1. Primer Capítulo

23 de abril de 2020. Esperemos que el primero de muchos.

Neoplasia. No sé aún lo que es. Sólo sé que he escuchado esta palabra un par de veces y que no es buena -al menos para mí-. La primera vez que la escuché, la anoté en un post-it para buscarla después. 

 “El pronóstico hoy en día para esas neoplasias es bueno” o algo parecido, me dijo Dylan,  un amigo médico.

No he querido buscar en Internet la palabra hasta saber un poco más, para no sugestionarme. Hoy por fin lo hago. 

“El término neoplasia se utiliza en medicina para designar una masa anormal de tejido. Se produce porque las células que lo constituyen se multiplican a un ritmo superior a lo normal. Las neoplasias pueden ser benignas cuando se extienden solo localmente y malignas cuando se comportan de forma agresiva, comprimen los tejidos próximos y se diseminan a distancia.”

Eso dice la Wikipedia, que a su vez, remite al Diccionario enciclopédico de medicina Dorland, 26º edición, vol III. Consultado el 22 de diciembre de 2012.

Consulto esta noche esta palabreja nueva que ha aparecido en mi vida, mientras a mi lado en la cama, mi mujer se distrae con un juego tonto en el móvil y la voz en inglés que emite la televisión. 

Mañana me ve de nuevo el ginecólogo. Dicen que es muy bueno. Una amiga de la familia me dijo que con sólo tocarme la teta, iba a saber si era bueno o malo. Desafortunadamente, no fue así. El miércoles 15 de este mes me exploró, y dijo que no le parecía nada malo, pero por supuesto, que teníamos que asegurarnos con las pruebas. 

Todo ha ido muy rápido. Un domingo duchándome, mientras me enjabonaba el pecho, me sentí una pelotilla en la mama derecha. Al principio, pensé que era cosa mía, pero como me estaba duchando con Samirah, le pedí que lo tocara también. Así descubrimos mi neoplasia. Un domingo, en la ducha, mientras nos escondíamos del mundo porque el Coronavirus lo ha confinado.

Han pasado 11 días desde aquel domingo. Gracias a Dios, al Estado, a mi familia y a los buenos amigos, todo está yendo muy rápido. A veces me siento culpable, porque pienso cuánta gente habrá en mi situación. Cuánta gente este virus va a matar indirectamente. Gente que no podrá acceder a un servicio médico en tiempo y en forma si tienen una apendicitis o cualquier otra cosa. 

Dos días atrás me han hecho una biopsia. Tengo la teta amoratada con un montón de equis, que no marcan la ubicación de un tesoro, sino más bien la de una maldición. Le pido a Samirah que me mire la teta. Me pone cara picarona. No son equis. Son asteriscos. Cuatro, concretamente. Estrellas hechas de puntos de aproximación que tratan de cerrarme los canales que han perforado dos radiólogas para llegar a mis neoplasias. 

Mi amigo me ha contado esta tarde que mi neoplasia es maligna. Ya nos lo esperábamos. Yo y toda mi manada. Mi esposa, mi tía, mis primos y los demás miembros de este equipo un poco más pequeño que un equipo de fútbol, contando los suplentes, que me acompañan y que no me pueden abrazar por culpa del Coronavirus. Malos tiempos pa’ tener cáncer. 

He empezado este Diario de un Teta como herramienta terapéutica recomendada por mi prima Vivi, que no es psicóloga, pero es dentista y algo de médico. Lo cierto es que siempre me ha gustado escribir, y esto es sólo una excusa.

Varias personas me han preguntado hoy cómo me siento. Francamente, no lo sé. Cansada. Como si estuviera cargando algo sobre los hombros. Releo unos párrafos arriba y veo la palabra cáncer. Nadie me ha dicho aún que tengo cáncer, pero supongo que eso es lo que tengo, ¿no? 

Suena surrealista. Como el Coronavirus, como todo esto que estamos viviendo. 

Lo que peor llevo es cuando la gente que quiero se viene abajo. Cuando Samirah y mi tía lloran. Siento que les estoy causando este dolor. Yo, no el cáncer. 

Mi cuñada me ha dicho que es normal sentir rabia o tristeza y que me lo tengo que permitir, que no puedo ser la fuerte el cien por ciento del tiempo. Pero yo no siento rabia. Los árboles se enferman, los animales se enferman y nadie se cuestiona la existencia de Dios o la justicia del mundo porque una planta de repente se muere. Mi tía me dijo que no lo entendía. Que por qué estas cosas no les pasa a ellos que ya han vivido – ella tiene unos cincuenta y pocos- y me pasan a mí que tengo treinta y seis. Yo lo prefiero. Prefiero ser yo y no ella o mi mujer o mis primos o mis hermanas o mi sobrina. También a los niños les da cáncer. Entiendo que eso es difícil de entender. Yo tampoco lo entiendo, pero la verdad, no me lo cuestiono en mi caso particular. No creo que sea nada personal. No creo que yo sea una víctima de la fatalidad, de mis pecados o de lo que sea. Las neoplasias simplemente pasan.

 

diario de una teta
Empezando a escribir Diario de una Teta

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