Es tradición ya en mi familia, que sábado o domingo de cada semana nos vemos un rato. Normalmente para comer que es algo que nos gusta hacer a todos. Sin embargo, llevamos sesenta y cuatro días sin poder reunirnos. Yo en mi caso, los he visto de forma separada cuando vienen a traerme comida o cuando mi tía me acompaña al hospital, pero hasta ahora, no hemos podido quedar todos juntos.
Hoy 18 de mayo, Málaga pasa a fase 1 del desconfinamiento, así que ahora nos podemos reunir siempre que sean menos de diez personas. Nosotros somos una familia pequeñita. Mis dos primos, mi tía, Bernardo su pareja y Samirah y yo. Así que hoy por fin, podremos volver a disfrutar de nuestra mutua compañía.
Mi primo y nosotras vivimos en calles contiguas y mi tía, mi prima y Bernardo pasan el confinamiento juntos en la capital de la provincia, a unos 30-35 kilómetros de aquí de Mijas. En fase 1 también nos está permitido compartir coche aunque no vivamos juntos, así que mi primo se viene con nosotras.
Estamos todos contentos y expectantes. Es raro como ahora celebramos lo que era antes cotidiano y no le echábamos muchas cuentas. Samirah compra una botella de vino tinto tamaño magnum para que a nadie le falte alegría esta tarde noche. También le compramos una tarta Velvet a mi tía, esponjosa y roja para celebrar el día de la madre que fue hace tres domingos y que ha pasado sin bombos ni platillos por el confinamiento. Para mi tía es una fecha importante y aunque tarde, queremos celebrarlo.
A la llegada, aunque uno se esperaría más abrazos, nadie quiere ponerme mala y si alguien se acerca un poco más de la cuenta, mi tía los alecciona con la mirada. Subimos a la terraza e iniciamos nuestra particular fiesta para celebrar que podemos volver a vernos.
Con la catedral de Málaga y el mar de fondo, no puede ser más bonita la postal. Son casi las siete de la tarde pero aún hace sol y a mi me toca sentarme a la sombra porque la quimio hace mi piel más sensible a los rayos solares.
Una mesa de madera ha sido dispuesta en el centro del ático. Otto también ha venido con nosotras y mi primo, y se le puede ver en el rabo la felicidad anticipada que le genera el banquete que sabe que se va a pegar.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que comí tortilla de patata, pero la han hecho a mi petición porque por raro que parezca es lo que más me apetecía comer. ¡Y está buenísima! pero más gloriosos están esos tomates Huevo de Toro de Coín en un aliño de orégano, ajo y aceite virgen extra que sólo Bernardo ha sabido perfeccionar de esa manera. También hay Jibia en salsa, boquerones en aceite y algunas cosas más. Todo está como sólo está la comida de casa, que ningún bar o restaurante puede competir con ella.
La familia comenta sobre qué bien me queda el pelo corto y echamos el resto de la tarde conversando sobre cosas sin importancia, felices de estar juntos, de comer, de beber y de todas las cosas pequeñas que volvemos a recuperar.
Un poco antes de las 11:00 PM decidimos volver a casa y esta vez nos olvidamos de las restricciones en los abrazos y en los besos al despedirnos. Nos lo merecemos.