12. Liberación

15 de Mayo 2020

Las piernas me tiemblan ligeramente. Me siento inquilina en un cuerpo del que no me fio. Algo le pasa, no está normal, no está tranquilo; pero tampoco podría expresar la sensación exacta. No he pegado ojo en toda la noche.

Samirah y yo nos duchamos. Vamos un poco justas de tiempo. A las 11:30 tenemos la cita en la peluquería. Al principio, habíamos decidido que Samirah me rapase la cabeza, incluso compré una máquina cortapelo de las que usan los chicos. Pero al final hemos preferido empezar por un cambio más suave, así que iré a ver a mi peluquera. Yo tengo el pelo por los hombros y le pediré que me lo corte muy cortito.

Mi peluquera, por las restricciones del Coronavirus, no puede atender a más de dos clientes a la vez en la peluquería, y no me ha podido dar cita hasta hoy. Mi idea es cortarme el pelo antes de que se me comience a caer. Quiero evitarme un trauma. Para ser honesta, pensaba que a estas alturas ya se me habría caído el pelo, pero todavía no pasa. Así que vamos a hacer una jugada intermedia, me voy a cortar el pelo muy corto, como el preludio a quedarme calva.

Solo es pelo, algo que crece, que viene y va. Me repito a mi misma en mi afán de calmarme y me siento estúpida porque no entiendo cómo una cosa tan trivial puede afectarme de esta manera. Y no es sólo a mi. Samirah tiene la fijación constante, la idea de una yo calva nos acecha a diario. Espero no verme horrible o quedar como un chico.

Caminamos cogidas de la mano las escasas calles que nos separan del salón de belleza al que he ido fiel los últimos diez años. Cuando llegamos, la peluquera me quiere abrazar, pero primero me tiene que desinfectar. En el umbral de la puerta me limpia el calzado con un líquido desinfectante y me pide que me limpie las manos con un gel. Cuando Inma termina la ceremonia de desinfección, me abraza por la espalda y me da la bienvenida. Saludo también a Xiomara, la otra peluquera y a la única clienta que atienden de momento.

Voy al grano.

–Inma, me voy a hacer un cambio radical.

Ella me mira, también Xiomara y entonces les suelto la retahíla del cáncer. Se me entrecorta la voz, estoy llorando un poco mientras veo como Xiomara se sujeta el estómago en gesto de angustia.

–Bueno, no pasa nada, que de todo se sale– Responde Inma y me apremia a pasar a la silla–.

De alguna manera, me tranquiliza la actitud de mi peluquera, como si fuera nada, una gripe pasajera. Samirah le muestra a Inma una foto de un corte que nos ha gustado, aún a sabiendas que va a dar igual porque Inma va a hacer conmigo lo que le dé la gana. 

A cortar se pone la tía y yo voy dejando caer lagrimitas por mi pelo que no me he cortado tanto jamás, por un pelo del que siempre me quejo pero que no estaba preparada para soltar y cacho a cacho, mechón a mechón, se va mi pelo.

Mentalmente oro a Dios y le digo que acepto esta situación, pero que me voy a curar, que me voy a poner buena y el pelo volverá y con él todas las cosas que el cáncer de mama pueda poner en pausa en este momento de mi vida. Dejo de aferrarme a mi pelo y acepto que tengo cáncer, que me voy a quedar calva, pero también que voy a salir de esta, como han salido ya miles de mujeres en el mundo.

El espejo me devuelve un reflejo que no he decidido si me termina o no de gustar, mientras la fornida mujer de un metro setenta se mueve con rapidez con los dedos y la tijera sobre mi cabeza, como si podara un árbol y ella fuese Edward Manos de Tijera. Samirah filma el acontecimiento mientras me tranquiliza y me motiva diciéndome cada cinco segundos que me veo guapa y que le gusta como estoy quedando.

El resultado no es malo, sólo que me parezco un poco a Justin Bieber.

Cuando terminamos en la peluquería estoy destrozada, como si hubiera corrido la Media Maratón de Málaga. Aprovecho para ir al supermercado y comprar macetas que es mi nuevo hobby, pero siento a cada paso que necesito una cama o el sofá de mi salón. 

Al menos ya he salido de esto. Es pelo sí, pero no sólo eso. Este es el momento en el que he aceptado y dejado prueba de que empiezo un duro viaje transatlántico que me mantendrá un tiempo lejos y experimentando vicisitudes, pero todo viaje tiene un fin. Terminaré mi viaje, aprenderé y viviré cuánto tenga que aprender y esto, como todo en la vida, pasará.

Mi "Justin Bieber look"

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