Me despierta la voz de un vecino entonando una canción que no conozco. Al vecino nunca lo he visto, pero sí lo he oído muchas veces, sobretodo durante el confinamiento. La voz es bonita, cargada de sufrimiento y emotividad. Me da la impresión de que mi vecino tiene la necesidad emocional de ser escuchado.
Abro lo ojos y noto mi ojo derecho palpitar tenuemente. Como si sintiera la presión de la sangre abriéndose paso por los capilares. Es más molesto que doloroso.
Sin levantarme aún de la cama, hago inventario de mis nuevos achaques. Además de las molestias en los ojos, a lo largo de las últimas noches he sentido un dolor en los brazos. Especialmente en mi brazo izquierdo. No sé muy bien como describirlo, es un dolor nuevo que nunca antes había sentido. No sé si son ligamentos, músculos o qué es lo que me duele. Lo he achacado a la posición al dormir y he tratado de no apoyarme mucho en ese brazo por las noches. Es un dolor extraño, lo experimento sobretodo al estirar el brazo, parece que algo adentro se tensa también en exceso.
Con la escasa luz que entra por las persianas aún cerradas, me examino el brazo. Me veo las venas y las encuentro diferentes. Más marcadas, en colores más intensos. De repente se me enciende una bombilla: ¡las venas, son las venas lo que me duele!
He leído y escuchado muchas veces que la quimioterapia afecta las venas. Sin embargo nunca nadie me dijo que me iban a doler las venas de los brazos. Para ser honesta, yo no sabía que una vena de un brazo podía doler.
Cojo mi teléfono que reposa en mi mesita de noche y le pregunto a Google por “dolor en las venas de los brazos quimio”. El primer resultado que me arroja es una entrada en el blog paulyvelez.com: “El cuidado de tus venas durante la quimio”.
“Hay muchas cosas que los médicos no dicen acerca de la quimioterapia y que es importante saber, entre ellas cómo los medicamentos intravenosos pueden afectar tus venas. Yo hubiera deseado que alguien me lo hubiera dicho cuando inicié tratamiento, para ahorrarme mucho sufrimiento. Por eso decidí hacer esta publicación, para que no las agarren desprevenidas como mí.”
Me siento identificada en la primera línea que leo. Continuo con la lectura.
“Si tienes la suerte de poseer venas delgadas y sensibles como las mías, tendrás este tipo de dolores desde la primera sesión. Si no cuidas tus venas, con cada aplicación será más doloroso hasta que tus venas queden completamente inutilizadas para el tratamiento y tu brazo no pueda extenderse, como me pasó a mí. Si no tienes esa suerte, de todas maneras es recomendable cuidar tus venitas para evitar que se dañen.”
Guau…una y otra vez a lo largo de este tratamiento me doy de frente con la misma conclusión ¡hay tanto que no nos dicen! Cosas que afectan nuestra calidad de vida en maneras que sólo se las puede imaginar una persona que haya pasado por un tratamiento contra el cáncer. Me da rabia, me hace sentirme un poco impotente. Siento que voy por detrás siempre, reaccionando, sin control de la situación.
Para ser justa en alguna de nuestras citas la doctora habló de un reservorio. Dijo que si las venas me iban a molestar en cualquier momento, mejor que me pusieran cuanto antes el reservorio. Pero yo no sabía ni qué era un reservorio, ni que significa que las venas te molesten.
A una amiga de Samirah en Holanda, en una de las sesiones de quimioterapia, el medicamento se le salió fuera de la vena. Al parecer, esa situación es bastante complicada porque tienen que limpiar el cuerpo o la zona en la que la quimio se ha extravasado. Supuse que a este tipo de situaciones se refería la doctora con lo de que “las venas te molesten”.
En fin, ahora también tendré que preocuparme por mis venas, y no quiero.