Ya no tengo pelo. Diecinueve días después de mi primer chute de quimioterapia, decidí que no valía la pena seguir aferrándome a él. Ya había comenzado a caerse bastante y además, me dolía de forma permanente el cuero cabelludo.
Mi Samirah que es muy osada decidió hacer de peluquera. La cosa no salió bien y mi cabeza quedó decorada con múltiples trasquilones. Así que tuve que pedirle de urgencia a Inma que arreglara el estropicio. Ahora tengo la calva decente. Un cuero cabelludo blanco en exceso hace que la capa de cabellos milimétricos que lo recubren parezcan canas. ¿Alguna vez te has lavado la cabeza con Head&Shoulders? Ser calva se siente muy parecido. Mi cabeza es ahora un termómetro de una sensibilidad pasmosa. Siento el fresco cuando el viento sopla y frío cuando abro la nevera para sacar algo. Si me pongo crema solar o alguna otra cosa, puedo sentir también cómo me penetra la piel.
No estoy tan horrible como pensaba que iba a quedar, aunque no os voy a mentir, me veo mejor con pelo. Hacerlo en casa, aún con los trasquilones, fue una buena decisión. Mi mujer y yo nos reímos juntas, sobre todo cuando en un arrebato a lo Britney Spears -como dice Samirah- me corté involuntariamente una de las patillas. Ella no podía parar de reír y yo no sabía cómo arreglar el desatino. Gracias a Dios que Inma me atendió de urgencias y sin acritud por la traición.
Mañana me pondrán mi segundo ciclo de quimioterapia si mis analíticas no recomiendan lo contrario. No me he sentido muy bien los últimos cuatro días. Tengo molestias en la boca de forma permanente. He ido al odontólogo pero no tengo caries, tampoco infección y sin embargo, hay un lado de mi boca que escasamente puedo usar. Tras radiografías y exploración, el dentista me dijo que probablemente tengo inflamado el ligamento periodontal que es un tejido de fibras que sujeta los dientes. Lo único que pudo hacer el dentista fue lijarme los dientes para reducir el contacto y recomendar antiinflamatorios si el oncólogo me lo permite.
También me he sentido débil y de bajón. Pienso que puede ser que en los pasados días haya alcanzado mi Nadir, pero también puede ser consecuencia de la regla.
Confieso que no tengo ganas de que llegue mañana. Vuelta a empezar, náuseas, dormir, hibernar. Me consuela saber que de estos veintiún días que componen mi primer ciclo, al menos catorce he estado bien. He podido hacer mi vida. Sé que no he escrito mucho, pero en estos días por fin hemos podido reunirnos con mi familia, he visto a unos pocos amigos y he disfrutado con Otto y con Samirah. No ha sido tan horrible como en las películas. No estamos viviendo nuestra propia versión de Dying Young -Elegir un Amor aquí en España– en la que Samirah hace de Julia Roberts y me ve marchitar. No, no es tan malo. Y sin embargo, no quiero que llegue la segunda vuelta. No quiero que llegue mañana, quiero que pase el tiempo y que dentro de poco haya pasado un año. Sé que no me puedo saltar mañana si quiero que pase el tiempo rápido. Tengo que ser valiente y acopiar todas mis fuerzas para rendirme a la realidad.
