Llevo ya tres ciclos de quimioterapia. Ayer hace una semana fue mi tercero. Me toco todos los días los pechos durante o después de la ducha. Mi tumor sigue allí y yo no noto ningún cambio. La última vez que me vio la oncóloga, me dijo:
–Bueno, lo siento más sueltecillo.
Se refería al tumor, mientras de pie frente a mi, me palpaba la teta en cuestión.
No sé qué carajos quería decir. Para tranquilizarme, me dijo también que cuando más cambios voy a notar es con la segunda parte del tratamiento. Esa segunda parte está cerca. Sólo me queda un ciclo de este, así que pronto empezaremos con el Trastuzumab y con los anticuerpos.
Releo el primer párrafo de esta página: “Yo no noto ningún cambio”. ¡¿Qué coño estoy diciendo?!
¿Qué no noto ningún cambio? Unas dieciséis de la totalidad de mis uñas se han puesto negras como si me hubiera dedicado a golpearme dedo a dedo con un martillo. No tengo pelo casi en ninguna parte de mi cuerpo, excepto en los brazos y en mis cejas y pestañas que son más tenaces que el hierro. Llevo un mes y dieciocho días siendo plenamente consciente de llevar puestos los dientes las 24 horas de día. Eso y además, tengo que pasar por este proceso ineludible de muerte y resurrección que es que me pongan la quimio cada veintiún días. Tengo que tirar conmigo misma, con mi ánimo para levantarme y no venirme abajo, para salir a caminar, para comer bien, para tomarme infusiones que saben a comida de pájaro, una y otra y otra vez.
Lo siento por ti querida desconocida, que quizás buscando consuelo algún día leas estos párrafos. Perdóname por este capítulo, por no infundirte coraje en esta noche. Perdóname por no decirte, “no te preocupes, todo va a estar bien”. Lamento no poder decirte hoy que lo pintan peor de lo que realmente es. Excúsame por esta vez. Esta noche no estoy para darte ánimos.
Lo único bueno que puedes sacar de lo que escribo en esta ocasión, es que tú también estás excusada. Te libero y te animo a quejarte aunque solo sea por esta noche. Tienes permiso de sentirte mal, de estar cansada de que te cuenten historias. Tener cáncer de mama es una mierda y no hay forma de pintarlo mejor. Es una mierda para ti, pero también para tu pareja y una doble mierda para ti si encima tienes la mala fortuna de pasar por este mal trago solita. Es una mierda para tu madre si tienes la suerte de tenerla viva o sino, como en mi caso, es una mierda para tu tía. El cáncer es una mierda y es una mierda larga, que tienes que deglutir día a día por un periodo de tiempo que espero que en tu caso sea mucho más corto que el mío. Llora y da gracias si encuentras el llanto, porque yo a veces no puedo ni llegar a él. Cágate en todo porque tienes derecho. Es una putada y sí, te ha tocado a ti y a los que te quieren.
Al menos cuando termines, te vas a la cama y no te llevas contigo a dormir los malos sentimientos, porque los has dejado salir, los has liberado. Te has permitido a ti misma ser débil y sí, ser negativa por una vez. Que le den al que venga esta noche diciendo que lo principal es la actitud y el positivismo. Tú también tienes derecho a quejarte del tren que te ha pasado por encima. Mañana cuando nos despertemos, volveremos a tirar de nuestro espíritu y nos levantaremos, que será otro día.