6. Realidad

2 de Mayo de 2020

No he podido sentarme a escribir estos días. No he tenido ni el ánimo ni el tiempo. Creo que muy a mi pesar, por fin la realidad me ha golpeado. Tengo cáncer y tengo miedo. Miedo de morirme y miedo de lo que viene. Sobre todo miedo de lo que está por venir y pena, mucha pena. Pena por Samirah especialmente. Esta situación me hace pensar en lo que debe haber vivido mi padre cuando mi madre murió. Creo que es un golpe del que no te puedes levantar completamente jamás. Y de nuevo, tengo miedo, miedo de no poder estar allí con ella, animándola, diciéndole que se tiene que cuidar, que ni se le ocurra volver a fumar, que viva y que disfrute.

Creo que nunca me habían querido tanto o yo no me había dejado querer de esa manera. Mi mujer siente adoración por mi. A veces quisiera que me diga que me deja, que ella no tiene necesidad de pasar por esto. Yo se lo digo y se enfada. Le pone triste que le diga que no tiene que pasar por esto, que la que tengo cáncer de mama soy yo. Pero después no me imagino viviendo esto sin ella, sin sus abrazos que me sostienen, sin el calor que siempre desprende su cuerpo y que me reconforta, sin sus manos agarrando las mías con fuerza. Ojalá yo no la hubiera puesto en esta situación. Tan joven y tener que pasar por esto.

Mi Samirah es una leona, sé que no se moverá de mi lado un segundo y creo que la voy a necesitar más que nunca. Sé que tengo mucha gente a mi lado, mi familia, mi tía, mi familia política, mis amigos, los amigos de la familia; pero a ella y solo a ella le puedo mostrar el rescoldo más íntimo de mis flaquezas, mi debilidad y mi miedo.

No todo es tristeza. Tratamos de vivir nuestra vida lo mejor que podemos. Ayer fue festivo nacional. No tuve que trabajar, así que estuvimos con las plantas y en la terraza la mayor parte del día. Samirah cocinó pollo con pimientos al horno mientras yo escribía. Hoy será seguramente un día similar, pero con otro menú.

El sol ha vuelto y con él han llegado las altas temperaturas. Hace veintiún grados ahora mismo, pero corre un airecillo que refresca. Estoy sentada en la terraza. Tenemos una mesa de madera y también una banca. Nuestro piso es un bajo y da a la calle. Dos toldos de líneas azules y blancas que se intercalan, nos protegen del sol y del calor. Hemos puesto un mantel rojo sobre la mesa. Es un mantel de navidad, pero da igual. Sobre la mesa descansa una colección de botes de cristal en los que he estado sembrando semillas durante el confinamiento. Tomillo, albahaca y perejil. Ayer también incorporé pimientos en un bote más grande. Todos los días saco los brotes para que les dé el sol de la mañana.

Debajo de la mesa reposa el otro león de la casa, Otto, una mezcla de labrador y mastín. Sus 45 kilos descansan parcialmente sobre uno de mis pies. No me hace daño, él solo quiere estar cerca. Sobretodo ahora que sabe que estoy enferma, me persigue a todo lado y me deja llena de pelos blancos. Yo nunca había tenido perro antes y ha sido difícil adaptarme. Él no puede ser más dulce, pero yo no estaba acostumbrada al pelo o al olor. Samirah lo adora y él a ella. Hace unos días me dijo que si algo me pasa, ella no va a volver a estar con otra persona, pero tendrá un Otto II, un Otto III y así hasta que ella también se muera. Tengo cáncer de mama, sí, pero también tengo mucha pero que mucha suerte.

Hoy por primera vez en 48 días nos está permitido salir juntas a caminar. Hasta ayer estaba prohibido salir excepto para realizar actividades básicas, como ir a hacer la compra o a trabajar y había que realizar dichas salidas en soledad. Nos hemos levantado temprano, porque sólo podemos salir juntas de seis a diez de la mañana y por la tarde/noche, de ocho a once. Como hoy es el primer día, pensamos que esta tarde va a ser una locura, así que preferimos madrugar. Pasadas las ocho treinta, nos fuimos los tres a caminar al campo. Espero poder seguir haciendo esto, porque es algo que echo mucho de menos y que me alegra el ánimo y me mantiene más saludable. Caminar, además de algunos estiramientos que hago varias veces en la semana, es el único ejercicio que practico. Es increíble cuanto nos ha enseñado este estúpido virus a valorar las pequeñas cosas, quizás los estúpidos éramos nosotros.

Además de poder seguir haciendo algo de actividad física, me preocupa mucho mi alimentación. Quiero mantenerme lo más fuerte posible. El jueves fui a ver a una nutricionista. Me dijo que íbamos a tener que cambiar un poco mi forma de comer. De acuerdo con ella, debemos reducir los azúcares lo máximo posible, pues son el alimento del tumor. Algo había leído ya al respecto. Todavía no sé básicamente qué voy a comer, porque dijo que me enviaría un plan nutricional y aún no lo ha hecho. Supongo que poco a poco iré adaptando mi vida a esta nueva realidad.

plantando semillas durante el confinamiento
Colección de plantas producto del confinamiento

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